jueves, 1 de septiembre de 2011

El toreo y la política. 15M no entres al trapo



En primer lugar tengo que confesar que soy un profano de este arte que le llaman, yo creo que es la matanza del toro.
Esto del toreo viene a cuento de que, al igual que a esta pobre vestía, que se rige en la plaza por  el instinto de supervivencia, nosotros también somos toreados y al decir nosotros me refiero a todo ciudadano que habita este mundo.
Si nos fijamos bien, el toro vive en la dehesa creyéndose libre, pero no tarda mucho en sentir el puyazo del rejoneador y aquí empieza a percatarse de la realidad y a darse cuenta que ocupa una finca privada donde cabalgan unos tipos que no le respetan en absoluto a pesar de su bravura.
A nosotros nos pasa lo mismo, creemos que poseemos algo hasta que un tipo listo nos expropia un terreno que decían zona verde y no nos permitían obrar y a continuación vemos asombrados como en dos años se elevan edificios en aquel paraje y se convierte por obra de gracia en zona urbana.
Si continuamos con la historia del toro, veremos como al pobre vicho lo hacen correr un día detrás de unos jóvenes a los que sigue muerto de miedo y ansiedad, hasta entrar en una plaza donde una multitud enardecida lo pone más excitado todavía.
Cuando le toca la suerte (la puta mala suerte diría quien se viese en su pellejo, por muy aficionado que fuese de la lidia) cuando le toca, le clavan un distintivo, le pican, le insertan banderillas por todo el cuerpo y el animal enfurecido entra al trapo con todas sus fuerzas una y otra vez hasta quedar extenuado,  no se da cuenta que están utilizando su propia envestida para realizar la faena (esto sí que es una faena) y que lo único que consigue es agotarse para acabar con una espada clavada que si tiene suerte le tocará el corazón y evitará que se repita la puñalada una y otra vez hasta que lo remate el descabello.
De igual manera cuando el pueblo se levanta contra sus gobernantes, sin darse ni cuenta empieza la suerte, los porrazos primero después si la situación no cambia tratarán de aprovechar su envestida y lo irán llevando con la muleta al lugar donde el político en este caso le interesa; utilizarán parte de sus propuestas como reformas le ofrecerán un puesto a sus líderes, se disfrazarán de hermanitas de la caridad hasta la negociación y a partir de este punto la suerte estará echada y lo mismo que el toro, el pueblo en este caso habrá perdido la partida.
Un toro no puede negociar con un torero.
Curiosamente a España la identifican con un toro que incluso se encuentra litografiado en su bandera en ocasiones.
Toro no entres nunca al trapo

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