Estos días en que ETA declara un cambio de rumbo en la ensangrentada trayectoria, veo muchos dirigentes hablando de las víctimas, estas que en muchos casos gracias a su tenacidad, su rigor, sus ideales, su valor, el amor por sus seres queridos asesinados y por ser consecuentes a su memoria han sobrevivido, muchas veces sin el arropamiento que se merecían de la sociedad y del Estado. Este discurso y el apoyo complementario tendrían que ser mucho más íntimo y cotidiano según mi punto de vista.
También se habla mucho estos días de los cuerpos de seguridad del estado y de su meritoria labor por la sociedad.
Estoy de acuerdo y me pongo en su piel y empiezo a percibir el frío sudor en el cuerpo, que se puede sentir cuando el coche te da un fallo con tu familia a bordo. Lo que no entiendo es la aparente falta de consecuencia, en la entrega de las medallas al mérito.
Juzguen ustedes mismos.
Las cruces al mérito deberían entregarse a familias de estas personas de todos los ámbitos sociales y que solo existen ya en el recuerdo de sus seres queridos, son merecedoras de este galardón antes incluso que las personas pertenecientes a los cuerpos de seguridad que hayan destacado por su entrega, valor, compromiso y defensa de la vida
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