Queremos ser eternos, recurrimos a dioses de madera, dioses de barro, dioses de oro, somos arrastrados hacia ese
dios invisible por centurias de magos, brujos, bidentes, hombres de dioses
distintos, intermediarios elegidos, unos con coronas, otros con túnicas,
mitras, utilizando encantamientos, ritos, rodeados de símbolos, de libros
sagrados, de pinturas o amuletos, de reliquias, invocando a muertos o a
personajes mitológicos con tres cabezas, a pájaros sagrados, al sol, a la luna
a la lluvia…
Yo estoy aquí en la Tierra en que vivimos unos y otros y
llevo en mi cuerpo células de mis padres, de mis abuelos, de los primeros
pobladores del Planeta, he heredado a través de un acto irrefrenable de…
llamémosle amor, que no es en muchos casos; llamémosle mejor instinto, ese
deseo marcado a fuego que nos obliga a reproducirnos.
Yo estoy aquí en la Tierra y llevo en mi cara las facciones
de mis padres, me parezco en muchos de mis actos, tengo sus lunares, marcas en
las añas, expresiones, forma de andar, color de los ojos…
Ya sé que no soy él,
pero muchos me dicen ¡eres la viva imagen de tu padre!
Tengo primos que son mi imagen reflejada. El retrato de mis
antepasados …Ellos son de alguna forma eternos, inmortales; el germen, la
semilla, el único secreto de la vida, que puede ser eterna, pero… destruimos la
vida sin dudarlo cuando arden los montes, cuando se sacrifican animales por
disfrutar de su muerte, cuando contaminamos los ríos y los mares, destruimos la
vida con las guerras… y lo que es peor, ya no queremos tener ni descendencia. Se
para la cadena de oro, se detiene el cauce del rio de la vida; sin hijos o sin
nietos la vida se detiene para siempre, volvemos a la nada, a las tinieblas y
mientras… seguimos rezándole a los dioses, seguimos recibiendo bendiciones,
seguimos adorando a becerros de oro, seguimos escuchando los cánticos sagrados,
las palabras vacías sin hechos, seguimos en la fila que algunos han formado
basados en un libro, un relato increíble de seres que se formaron con barro, de
seres que llegaron de un planeta, lejano, muy lejano.
No sé de donde somos,
no sé como llegamos, no sé quien marca a fuego ese mensaje de amor
irrefrenable, ni como se ha grabado el mensaje sagrado que tiene el ADN; el
único arquitecto que moldea en la Tierra nuestro cuerpo, pero sé que en mi cuerpo
perviven unas células que son la propia vida que perdura de aquel que fue mi
padre, de aquel que fue mi abuelo…mi abuelo o mi padre verdaderos, lo digo porque
a veces no figura reflejado en actas religiosas ni en registros, porque pudo
haber sido algún intruso y soy el heredero de su vida sin saberlo.
Y ahora…yo ya no
tengo nietos, yo ya estoy condenado, mi muerte será eterna y rezo sin pensarlo
ni un segundo a un dios de cera o piedra muy bien ornamentado para que cuando
muera me acoja entre sus brazos y así vuelva a la vida cuando vuelvan los
muertos, cuando vuelvan los santos, cuando la carne en polvo o corrompida se vuelva a unir de nuevo y me de vida ¡Que
necio soy sin ver, siguiendo a ciegos!
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