Una vez más Jordi Évole nos abre los ojos y nos descubre la
realidad del planeta capitalizado, de las víctimas del consumo chabacano y
desenfrenado, en esta ocasión de la
industria textil, de las marcas, de la moda en su raíz más profunda; su confección, nos habla del crecimiento de las naciones oprimidas
y exprimidas, de la creación de riqueza en el Quinto Mundo (hacia el Tercero
estamos encarrilados nosotros y ya llama a sus puertas Grecia, primero corrompida desde el vértice de
la pirámide, después ultrajada,
saqueada, gracias a las políticas neoliberales de sus gobernantes, del FMI, BM, BE, UE…, a las mafias instaladas
en Europa y a las mismas multinacionales que esclavizan a camboyanos, chinos, hindúes…
Es indigerible contemplar la esclavitud de los niños, de los
mismos niños con otro tono en la piel, pero con los mismos ojos interrogantes y acusadores, los niños que defendemos de guiñoles en
Europa rasgándonos las vestiduras por presuntos escándalos que contaminen sus
mentes inocentes, estaremos alerta para
defenderlos siempre que no se trate de niños inmigrantes, de los que han
desaparecido diez mil en nuestro
continente sin que los echemos en falta, niños de Siria, Irak, Afganistán, esos
son retenidos en campos de concentración, cercados por vallas, concertinas, alambradas,
policías… no pueden escapar de su tragedia,
de los bombardeos, de los asesinatos, de la máquina de matar que se justifica
con el Nuevo Orden Mundial y se engrasa con combustibles fósiles. No pueden
pasar, a alguien hay que echarle la culpa de la esquilmación de los fondos públicos
por el gobierno de turno.
Jordi nos habla de niños que en realidad son abandonados a una suerte
sin futuro en Camboya y condenados a una vida sin presente, atados a una
máquina de coser en condiciones inhumanas, que justifican su explotación
laboral con rebuznos como “de esta
manera se les protege de una explotación sexual” explotación ejercida también masivamente por altas clases suciales que justifican su esclavitud laboral, esas altas élites de
buitres que esquilman su tierra y los
convierten en esclavos, los que permiten el blanqueo de las monedas
ensangrentadas en paraísos fiscales. El
cinismo llega a cotas escalofriantes en estas castas mafiosas y contra las que
los hombres de bien tienen el deber moral de enfrentarse y condenar como habitualmente
hace desde La Sexta Évole, un periodista consecuente con sus principios,
incorrupto e inflexible con las mafias institucionalizadas, un periodista que
reconoce que como todos los ciudadanos del mundo, se ve envuelto en esta salsa
descompuesta y pestilente que nos embadurna y de la que no podemos dejar de mojar en ocasiones por estar condenados
a este sistema cerrado, depredador, esquilmador y deshumanizado que nos
arrastra con un caudal difícil de remontar, pero que Évole valientemente denuncia y combate.
Tal vez no esté todo perdido, tal vez este negocio, usura de
traidores que arruina cajas de ahorros, países y reflota bancos que han timado con
productos tóxicos y se han enriquecido con una burbuja inmobiliaria creada con
ingeniería meticulosa de saqueador, para
enriquecerse y arruinarnos, nos haga despertar y combatir a las mafias
institucionalizadas. En seis años las
clases medias hemos retrocedido quince, anestesiados
por el consumo, por la propaganda subliminal, por la información manipulada.
Hemos retrocedido incomprensiblemente en lo esencial; vivienda, derechos, sociales,
libertad de expresión, sanidad y educación pública, justicia social, estamos viviendo el estertor de la
tierra madre, calcinada expoliada ante la pasividad o el regodeo de gobernantes que lucen medallas y se cubren con
banderas y laureles, mientras permiten
que esquilmen los recursos naturales y envenenen los cauces de los ríos, agoten
los recursos pesqueros, hagan irrespirable el aire en las grandes ciudades y
creen grandes islas artificiales de residuos tóxicos que se desplazan flotando
en los océanos sembrando el desequilibrio y la muerte de los ecosistemas, islas quedelatan el enorme estercolero que se está formando bajo sus
aguas contaminadas…
Y lo peor, hemos retrocedido en empatía, caridad… prevalece
el consumismo, la soberbia, la lujuria, el deseo incontrolado de saquear el
patrimonio y los recursos naturales e incluso los órganos de los más débiles en países como La India, nos hemos aletargado mientras se trapichea con la economía desde los grandes bancos sin crear
riqueza sino todo lo contrario, nos han inyectado en vena la desidia, pero
tenemos que levantarnos y luchar para cambiar este mundo prostituido.
Gracias una vez más Évole
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