jueves, 2 de septiembre de 2021

"Mi reino no es de este mundo"

El Señor dijo “hágase la luz” y la luz se hizo y Dios vio que era bueno, pero no contó con Felipe González, Aznar… y todos los faroles de alto consumo enchufados en la red eléctrica, y la luz nos costó un ojo de la cara solo por la cara de unos patriotas que privatizaron las eléctricas y disfrutan ahora de una poltrona dorada, en lugar de gozar de una silla eléctrica. Más se sorprendió el Señor al ver que no solo se negoció con su luz divina, sino que incluso se llegó a poner un impuesto al Sol (que hacía competencia a las eléctricas) un impuesto creado por Manuel Soria (el de los papeles de Panamá) Ministro de Industria en el Gobierno del PP; el ministro cultísimo que nos aseguró que el meridiano de Greenwich pasa por Canarias. Si, por Canarias, por las Canarias donde autorizó también las prospecciones a Repsol contra la voluntad de todos los isleños y la paz de los cetáceos. El Señor en su infinita bondad creo el agua para que los pajarillos pudiesen beber y los campesinos pudiesen regar sus tierras, haciendo germinar las semillas y el Señor vio que era bueno, pero las eléctricas también vieron que era bueno desecar los pantanos para generar millones de kilovatios en épocas en que la luz cuesta un ojo, y los pantanos dejaron de ser útiles para calmar la sed de los pajarillos y para germinar las semillas y las tierras se desecaron y el fondo de los pantanos se convirtió en un limo pestilente por los millones de seres vivos que murieron deshidratados. El Señor pensando en crear un camino para el Cielo, más frecuentado que en el futuro, El Camino de Santiago, comenzó a predicar su palabra y a rodearse de apóstoles, que trasmitieran sus enseñanzas y les dijo “Dejarlo todo y seguirme” y “Tu Pedro, eres piedra y sobre esta piedra construiré mi Iglesia” y el Señor vio… que ¡bueno! Algunos lo negaban antes de que cantara el gallo, otros lo vendían por unas monedas despidiéndose con un beso, pero eran pequeñas cosas por las que merecía la pena pasar un suplicio y morir en la cruz para iluminar el camino y después de sudar sangre se entregó a sus verdugos. Pero las cosas no quedaron así y la iglesia de Pedro evolucionó según los tiempos compitiendo en un mercado hostil que la obligó a olvidar sus enseñanzas y postulados para darle preferencia a la inmatriculación de bienes, con poder notarial y el reino del Señor ya no se parece a aquel que él nos predicaba, parándose con leprosos y mendigos, convirtiendo el agua en vino en las bodas o multiplicando peces. Ahora su iglesia multiplica tesoros, riquezas, propiedades. Ahora el reino del Señor parece más aquel que le ofrecieron en las tentaciones. Así, por estas y otras muchas cosas, como el acoso y abuso de los niños, la construcción de ídolos, el atesoramiento de riquezas… fue por lo que el Señor terminó sacando a los mercaderes del templo y lo destruyó marchándose en cuerpo y alma y con prisas a los cielos, para no volver a verlo nunca más ¡No me extraña!

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