miércoles, 7 de julio de 2021

Sigo el curso sordo y ciego, como una momia ambulante

¡La justicia! ¡La dignidad!, ¡Los derechos humanos! ¡El hambre! ¡El derecho a la vivienda! ¡El trabajo digno! Cuantas palabras vacías de contenido, cuantas mentiras adornadas, que suenan a música celestial, pero que son solo eso, falsedades en la boca de políticos que solo albergan en su corazón y su mente la codicia y el instinto de macho dominante, de carnívoro insaciable. Las grandes democracias que miran para otro lado mientras sus multinacionales son auténticas depredadoras de países subdesarrollados y explotan, esclavizan hasta la extenuación a sus ciudadanos y asesinan a los que se atreven a enfrentarse para defender la vida y la biodiversidad. Nativos que han heredado sin papeles ni escrituras, tierras vírgenes, de sus antepasados, tierras que conservan toda su belleza y diversidad y que gobiernos corruptos dan en concesión por un puñado de monedas ensangrentadas y que son destrozadas para explotar sus recursos minerales sin medidas que las preserven de vertidos contaminantes, tierras que son quemadas, destrozando la vida que se perpetuó durante cientos o miles de años, para convertirlas en grandes plantaciones de monocultivos de palma o de soja que terminaran por esterilizar la zona. Mientras tanto nosotros, impasibles ante tanta destrucción que no queremos conocer, por ser una lacra pesada para nuestro cerebro blindado ante el dolor ajeno, inoculado con la semilla del consumo insostenible y chabacano, nos mantenemos en la fila de las momias sin principios y sin amor, teledirigidos como cerdos cebados que consumen y se atiborran con todo lo que la televisión les vierte, sin querer implicarse en la tarea de salvar el Planeta, que ya se retuerce en sus últimos estertores, convertido en un estercolero de residuos tóxicos, de vertidos de hidrocarburos, dando muestras de agotamiento por la extinción de especies, un planeta donde la desforestación se transforma en erosión, donde la emisiones se convierten en el deshielo de los polos, donde el Mar se ha convertido en una sopa de plástico que forma grandes islas y muchos ríos son corrientes pestilentes sin vida que aportan más muerte. El hambre encarnada en los millones de seres que arrastran sus pieles sobre huesos arqueados. La Guerra que arranca las vidas sin compasión en tantos países destrozados para explotar sus recursos energéticos, sus metales preciosos, sus diamantes, su coltan.Y ante este espectáculo siniestro, nos preguntamos ¿porqué no somos felices? ¿ porqué hay tanta depresión y tantos suicidios? Y para ahogar nuestras penas, nuestros miedos e insatisfacciones, nos sumergimos en la vorágine superficial, en el ruido, en el alcohol, en la droga, en el sexo sin amor, buscando una felicidad superficial durante unos instantes, que llene nuestro enorme vacio

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