La indignación contra el racismo se extiende como la pólvora;
ruedan las cabezas de las majestuosas estatuas que hicieron su fortuna y consiguieron
su fama con el tráfico de seres humanos, que fueron cazados sin piedad,
rodeando sus aldeas mientras dormían matando sin piedad a ancianos que no
aportaban beneficios, incendiando sus pallozas, violando a sus mujeres jóvenes
y marcando con el hierro al rojo en sus carnes el distintivo de su cazador sin
escrúpulos igual que hoy se marca el
ganado en su dura piel. Esos pobres infelices temblorosos, separados de sus
hijos, de sus aldeas, eran conducidos unidos por cadenas hasta los barcos
negreros, donde hacinados como fardos, en
literas de madera, con una mínima separación entre esclavos, para conseguir la
máxima carga y el máximo beneficio eran transportados hacia el peor de los
destinos. Allí desnudos para que cuando defecaban fuera más fácil baldearlos
con agua salada y mantener una mínima higiene que permitiese que el número de bajas por las
penosas condiciones del viaje no mermase mucho los beneficios. Al llegar a
puerto eran expuestos desnudos para que los compradores pudiesen valorar las
condiciones de la carga, para ser a continuación subastados públicamente. Por
fin pasaban a ser propiedad de un hacendado donde solo tendrían derecho a
trabajar, obedecer y someterse a todos los antojos, deseos, y sádicos caprichos
del Señor que tenía todos los derechos sobre su animal de carga. Su vida
separado de sus seres queridos transcurriría trabajando de sol a sol, bajo el
látigo de un capataz y la mirada de sus perros de presa, listos a la mínima
señal para desgarrarle la vida a dentelladas. Después de un día eterno de trabajo, la mirada lasciva de
sus dueños le anticipaba que su jornada
no había terminado y tenía que someterse a los sádicos deseos de sus señores.
Pero, estos monstruos sin alma ya no están aquí para pagar
sus delitos, ahora hay otros desalmados que siguen considerando a su raza
superior y con derecho a asesinar a los descendientes de aquellas personas
escarnecidas, pero las víctimas no están tan solas, el Mundo contempla los horrores
que en algunos países se siguen cometiendo y se revela y cuando el vaso derrama
demasiada sangre inocente, pueden rodar cabezas de las estatuas de aquellos
desalmados que consiguieron más riqueza y notoriedad en aquellas épocas oscuras.
Ahora yo me pregunto ¿Cuánto duele una decapitación de la
estatua de un negrero? Y ¿no tendremos otra cosa que hacer que decapitar estatuas?
Hoy todos sabemos que millones de personas son esclavizadas en condiciones
inhumanas, explotadas indirectamente por
grandes multinacionales que compran sus productos a través de proveedores sin
escrúpulos o a dictadores, terroristas…Esta esclavitud además de tener
sometidos en condiciones miserables a unos seres humanos, destruyen los puestos
de trabajo digno en países que llaman democráticos. En estos países no se puede
competir con los hambrientos sin derechos, sin seguridad social, con pagas de
hambre y al final, poco a poco o mucho a mucho nos vamos convirtiendo en
trabajadores sin trabajo, sin medios de subsistencia y vamos aceptando trabajos
sin derechos, sin remuneración; nos vamos convirtiendo en esclavos de un
sistema esclavista.
Creo que canalizaríamos mejor nuestra indignación, que conseguiríamos
ayudar mucho más a frenar el racismo y la esclavitud, negándonos a consumir
productos baratos manchados de sudor gratuito y de sangre de manos
encallecidas. Si nos preocupásemos de mantener un comercio más cara pero más
justo, tanto nosotros como los esclavos del Tercer Mundo saldríamos de este
infierno y los explotadores sin conciencia tendrían que cambiar sus métodos
inhumanos. Conseguiríamos consumir nuestros productos, trabajar nuestros campos
y evitar pandemias como el coronavirus y hacer del Mundo un lugar más justo.
¡No decapites estatuas! ¡Decapita el sistema injusto! ¡No
consumas ropa manchada de sudor gratuito! ¡No consumas teléfonos con coltan
arrancado por niños esclavizados! ¡Consume con justicia y preocúpate por la
sostenibilidad y la vida del Planeta moribundo!
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