Ahora no salimos a la calle, algún afortunado con el perro,
con calma con paso sosegado respirando profundo, viendo al cielo. Ahora no salimos
a la calle con prisas, angustiados, tan fríos
como el hielo.
Ahora no salimos a la calle con prisas en el coche hacia el
trabajo, para volver a casa a media noche, cansados abatidos como andrajos.
Ahora no salimos a la calle, ya no se llena el bar con los partidos, sin un
forofo que nos avasalle, por miedo a despertar nuestros aullidos.
Ahora es el
silencio quien impera, hasta el más insensato reflexiona
Ahora pesan menos las
coronas como no debe ser de otra manera. Pero es ahora cuando estamos vivos,
las gente se despierta y se emociona, se abre el corazón y se perdona y en este
raro encierro... ya no somos cautivos.
Ahora descubrimos los vecinos, se llenan
los balcones de niños, de mayores, de jóvenes, de amigos, de aplausos, de
emociones, de música, de vida desatada, de vida, vida, vida
Qué pena si se pierde
este contacto, esta manera de comunicarse y volvemos mañana a nuestra fila, tan
fría como el hielo y esta fraternidad vuelve a enfriarse.
Qué pena si volvemos al consumo desquiciado, a la falta de amor, a la locura, a las prisas, al ego, al silencio
con ruido y prejuicio, al verdadero y
cruel confinamiento del alma, del amor, del pensamiento, libres pero encerrados, telemanipulados como momias en nuestro propio infierno