El Señor de los hilillos llevaba un recipiente
lleno de leche de las extenuadas vacas gallegas para convencer al pueblo de que con su
investidura el país seguiría por la senda del crecimiento de los bancos, con lo
cual los pobres mortales tendrían más migajas para repartirse, y empezó a hacer
planes futuros:
- Cuando
venda esta leche, bajare los impuestos y con el dinero de los impuestos
compraremos huevones más grandes que los que nos votan en elecciones. Los
huevones, descartando los que no nazcan, darán al menos doscientos pollos.
Los pollos estarán listos para
mercadearlos cuando la prima de riesgo esté en lo más bajo, de modo que para
fin de año tendremos suficiente dinero para rebajar la deuda exterior y crecer
de manera descomunal, siendo la envidia de Europa.
Cuando llegue este momento, todos los
ciudadanos más ciudadanos y mucho ciudadanos incluidos los desahuciados,
parados, dependientes y demás puteados aplaudirán los logros conseguidos y dejarán de meterse con Rita, Granados, Rato,
Blesa y todas esas buenas personas que tanto han contribuido por la grandeza y
la marca de nuestro pueblo que durante
tanto tiempo ha vivido por encima de sus posibilidades, acarreándome con su conducta tantos
disgustos y tanto trabajo para llevar a buen lugar la nave de la econo-mía; grandes sacrificios hemos tenido que realizar haciendo la Ley Laboral que crea trabajo sin retribución y por fragmentación de horas permitiendo que aquellos que hemos dejado sin ayudas puedan soñar con un mañana de bocadillos de membrillo, también nos ha costado devanar nuestras escasas neuronas la Ley
Mordaza con la que conseguimos que la gente al no acudir a manifestaciones cree un ambiente agradable para fomentar el turismo y tener ocupados a nuestros licenciados de camareros por la propina. Para que hablar de los recortes y de todas las medidas que he tenido que tomar para sacarles
del charco en el que se habían metido inconscientes por el deseo de consumo innato en el pueblo inculto y derrochador.
Pero en ese momento el Presi que le gusta andar de prisa, tropezó con una
piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando los pies con su contenido.
Pero como todos los cuentos tienen un
feliz final, el Presidente lo arregló en Bruselas recortándonos hasta las
orejas y dejándonos desorejados pero felices de haber intentado salir del
charco sin caer en tentaciones bolivarianas, sin romper La Patria, sin asustar
a los grande bancos y sin juzgar a los grandes chorizos con denominación de
origen que mantendrán las puertas giratorias abiertas para cuando el gran chollo
de la política llegue a su fin.
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