Erase una vez una hermosa princesa que por un maleficio quedó encantada y ciega; su ceguera era de amor, un amor sin precedentes, desbocado y aditivo. Esta preciosa princesa inocente y delicada, frágil, dulce no veía porque el amor la cegaba y firmaba y refirmaba lo que su amor le pedía. Y así un día y otro día, inocente y confiada sin saberlo se pringaba y el gran amor la liaba. Hasta que un día la luz trocó la noche por día, pero entonces era tarde, el pueblo no la creía
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