domingo, 26 de noviembre de 2017

Un cuento que tiene mucha similitud con la realidad de este mundo de asco









Erase una vez un familia respetable y pudiente; el padre, D. Juan; oficial jubilado del Glorioso Ejército de Tierra, al cual se había incorporado desde jovencito, empezando su formación en la Academia Militar, por derecho y orden de Su Padre , descendiente como todo buen militar de estirpe militar; padre oficial militar, abuelo, oficial militar…todos de alta graduación. D. Juan se había retirado, después de muchos años de servicio con una hoja intachable, en la que no figuraba aquella extraña muerte por suicidio del  joven recluta al que él llamaba despectivamente Perico y  que formaba parte de su servicio, ni tampoco se le relacionaba con la joven capitana de brillante carrera, Rosalía, que tuvo que abandonar el Ejercito con las orejas agachadas, después de haberse atrevido a presentar una denuncia contra una persona como D. Juan de tan alto rango y tan buenas credenciales, por acoso, algo totalmente infundado, según los testigos: Marino que ascendió a sargento a los dos meses del juicio y Gabriel, que fue expulsado del Ejercito al año de celebrarse dicho juicio, por tráfico de estupefacientes. Por la  sentencia del tribunal militar D. Juan también fue declarado inocente, aunque misteriosamente le apartaron temporalmente del Ejército y al mes fue destinado a otra región militar. D. Juan se había retirado con graduación de general de brigada y naturalmente, seguía ascendiendo en el escalafón  alcanzando en las  fechas que escribo la historia y muy a pesar suyo el rango de general de división, algo que no le había producido gran satisfacción ya que él esperaba a estas alturas del cuento  haber alcanzado la graduación de teniente general.  La única división a su cargo (económico) en el momento de su nombramiento, era su señora a la que tenía que pasarle una paga y de la cual se había separado hace unos años, una mujer de muy noble familia, bastante caprichosa y mal criada desde jovencita y que se había pasado la mayor parte de su vida alternando con la jet-set  y participando en fiestas y bacanales interminables que la habían precipitado por la pendiente del alcoholismo y que cuando por fin, logró sentar la cabeza presionada e inducida por sus padres que amenazaban con desheredarla si no se casaba, lo hizo con D. Juan, un militar al que todo el mundo saludaba, especialmente los militaritos del pueblo que se cuadraban ante él y no movían ni una ceja hasta que el les daba permiso para retirarse. Esta mujer, de la que no recuerdo su nombre porque D. Juan la eclipsaba  a duras penas pudo aguantar unida en matrimonio hasta la edad de 17 años de su hijo Juanito y dejar por fin de formar parte de las propiedades  de D. Juan; un hombre que se había impregnado del espíritu de mando y ordeno más rancio que puede alcanzar un oficial de prestigio, inoculado por el virus de la soberbia  en las altas élites militares y que se consideró y consideraba dueño y señor de todo lo que le rodeaba, incluida, claro está su Señora, hijos, familia y mascotas. Otra componente de la división a su cargo, era una hija, tan hermosa como tímida e introvertida,  de la cual no se le podía hablar a D. Juan que montaba en cólera y sembraba todo lo que le rodeaba de exabruptos  si a alguien se le ocurría pronunciar tan solo su nombre “Mercedes” Mercedes que hacía años se había fugado de casa con un joven muy apuesto y corpulento, que hacía las delicias de las jovencitas  del lugar, un arriesgado trapecista, componente de un circo que había acampado unos días en la localidad y del cual se enamoró perdidamente y con el que se fugó para escapar de la opresión de su padre y nunca más se pudo saber nada de su paradero. Tenemos también a  Raky un perro de presa muy agresivo con el que D. Juan se paseaba altivo, orgulloso de su fiero carácter y cara de pocos amigos; nada le producía a D. Juan mayor satisfacción que los gruñidos profundos emitidos por el perro con su morro arrugado y sus ojos profundos y acerados que se clavaban en los perros que se cruzaban en su camino o en los mendigos que le excitaban por el olor que desprendían sus arrapos. Por fin, según el escalafón familiar, tenemos al último componente del cual algo hemos hablado ya; Juanito, el hijo que había seguido los pasos de D. Juan en la carrera militar, algo que de no haber sido hijo de su padre nunca habría terminado bien porque ¿Quién si no D. Juan habría influenciado tantas veces para levantarle arrestos y promocionarle en el escalafón? aunque nunca pudo llegar a la graduación de su padre por posibles envidias y por recomendaciones poderosas de los que le pisaron las plazas disponibles,  nunca por sus meritos según la opinión de Juanito. Esos contratiempos nunca minaron el carácter militar de Juanito que en disciplina y rigor aplicado a subalternos aventajaba a su padre con la diferencia con este de que él no se aplicaba el cuento y descansaba en su despacho mientras ordenaba maniobras interminables a los soldados y se cuidaba mucho de desplazarse en las maniobras a zonas de bajas temperaturas a las que la tropa tenía que moverse, no fuese que un catarro le afectase y por ello acabase dejando a sus subalternos sin sus valiosas directrices.

 Es curioso la cantidad de años que Juanito o sus antepasados habían ocupado sus despachos en el Ejercito mientras tantos jóvenes se veían obligados a abandonarlo llegados a una edad que en la vida civil aún obliga a trabajadores de piel dura a cargan sacos a la espalda. También es curioso la cantidad de medallas al mérito que él, su padre o su abuelo habían apilado, en muchas ocasiones sin salir de su despacho o participando en misiones internacionales sin ningún riesgo, mientras tantísimos jóvenes que participaban en misiones en zonas en conflicto armado no llegaron a ver de cerca, salvo alguno que tuvo la mala suerte de encontrarse con una bala perdida que los hizo abandonar el Ejercito precipitadamente y pasar a una situación económica caótica, o aún peor, abandonar la vida en lo mejor de la juventud dejando viuda y huérfanos o a unos padres desconsolados que serían invitados a unos actos en su honor difíciles de asimilar. Más curioso es que hasta el capellán castrense que podía llegar a coronel luciese medallas ganadas con oraciones.

Había también en el Pueblo,  otra familia humilde compuesta por Don José, el albañil, al que todos llamaban Pepe a secas, su señora, Carmen la planchadora y su hijo Carlitos, al cual llamaban el Grillo por lo “bien” que cantaba en la Iglesia.

El Grillo, gracias a la horas extras y pequeñas chapuzas que realizaba su padre después de las doce horas de trabajo y de muchas camisas que planchaba su madre en horas interminables, podía compartir formación en el mismo colegio de élite que Juanito.

La vida para el Grillo no era nada fácil, los compañeros se avergonzaban por su forma de vestir y se reían de que en ocasiones apareciese por el Colegio con un pantalón o una camisa que unas noches antes había tirado la mamá de Fulanito o Citranito a la basura, cosa que no se volvía a repetir con esa prenda,  porque el Grillo se negaba a volver a vestirla fuera de casa.
Otro problema que tenía el Grillo, que era un estudiante destacado y de los primeros de la lista de voluntarios para salir al encerado, con más sobresalientes a pesar de su corta edad que medallas había conseguido D. Juan, es la cantidad de veces que tenía que soportar los insultos y abucheos de sus compañeros por no perder el tiempo como ellos, hablando cuando el profesor abandonaba por algún motivo la clase y eso no es nada comparado con los motes de Listillo sin Pasta, Don Pantuflas el Chapón… que le propinaban en el recreo, sobre todo cuando salían a la luz las calificaciones mensuales que producían la desaprobación y los rumores sobre debilidades del profesor D. Arsenio, que nada tenían que ver con recompensa por el trabajo bien hecho sino más bien por perversas inclinaciones de un viejo verde solterón, Tanto es así que D. Arsenio se vio obligado a abandonar el colegio por discrepancias con el resto del profesorado. Uno de los más duros con el Grillo era Juanito, aunque  tampoco se quedaba atrás, Ricardo, el hijo de D. Ignacio el contratista de Construcciones Mendoza” que se sabe que hacía tantas obras para el Ayuntamiento por las comilonas, invitaciones a prostíbulos y jugosas comisiones que repartía entre los peces gordos del Ayuntamiento.

El Grillo que estaba muy influenciado y motivado por su Madre siempre respondía a sus ataques furibundos con la frente muy alta “Vosotros seguir así, sin estudiar, que el día de mañana estaréis  sin trabajo, pidiendo en una esquina que os eche una moneda y yo ni me pararé para saludaros”

Con el tiempo El Grillo y Juanito terminaron su etapa de formación, Juanito entró en la Academia Militar y El Grillo entró recomendado por su padre a formar parte del importante equipo de albañiles de la empresa Construcciones Mendoza donde llegó a ser oficial de tercera con primas por puntualidad y destajo y un sueldo que le permitía llevar algún día al cine a María Rosa, la hija del tendero apretándose un poco el bolsillo porque en la actualidad con La Reforma Laboral aplicada para exprimir a la masa obrera y conseguir de esta manera que la macroeconomía y los empresarios crezcan en el País. Ricardo como no podía ser de otra forma se hizo cargo de la empresa de su padre gracias a las presiones de Doña Triny su madre, ya que su padre nunca le perdonó el que le pegase públicamente aquel día que lo fue a recoger con sobredosis  al terminar aquella fiesta tan comentada en el Lugar, pero al final no tuvo otro remedio que complacer a su esposa y ceder dejando a su hijo al cargo de tanta responsabilidad como él solía decir.
  
El Grillo, Ricardo y Juanito nunca más se volvieron a mezclar en esta ensalada avinagrada que es la Vida, alguna vez el Grillo tuvo que retroceder violentamente en un paso de peatones para no ser atropellado por Juanito que ahora se llamaba D, Juan como su padre y que siempre excedía el límite de velocidad establecido en la Localidad y que por lo general acelera cuando veía a algún compañero de juventud,  para demostrar la potencia del motor de su Mercedes.

Ricardo sigue dirigiendo eficazmente la empresa de su padre que se dedica a realizar colegios, hospitales, rotondas artísticas carísimas… aunque es difícil localizarle por la empresa; si alguna vez necesitaseis verle y esto en el supuesto que seáis personas de alta estirpe y os concediese ese honor su secretaria personal, la guapísima modelo que le acompaña muchas veces en sus desplazamientos, solo lo encontrareis en safaris de caza, comilonas o puticlubs con altas personalidades del Ayuntamiento y algunos altos cargos de la Comunidad.
Los únicos que en alguna ocasión felicitaron por Navidades al Grillo, son Julián, Director del Banco del Currante, hijo de D. Gumersindo el Presidente  de La Caja de Ahorros que cobraba 2 millones de euros anuales en la Caja  que se vendió por un euro al Banco Sacapelas y después de haberla reflotado con dinero público por 20.000 millones de euros  y Roberto, Presidente de la Diputación, hijo de D. Pedro, el tesorero del  partido que llegó a gobernar el País y que fue imputado, condenado e indultado poco después por el Caso de las Comisiones y uso fraudulento de tarjetas negras. Ambos lo hacían posiblemente, haciendo gala de gratitud por las numerosas ocasiones que El Grillo les salvó el culo dejándoles copiar los exámenes evitándoles  un problema con sus progenitores.
La verdad es que todos fueron felices y mientras unos comieron perdices quién tu y yo sabemos come huevos fritos y sopitas de ajo con relativa frecuencia

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