lunes, 16 de diciembre de 2013

Enganchados a la vida


Hay personas en el mundo, hay vecinos en el barrio, familiares muy cercanos, que no viven sin la ayuda de aparatos.

Una vida conectados, una vida sostenida que precisa de un colega material que les apoye en un camino más bien falto de los pétalos de rosa, un camino con espinas que les hieren en los pies descalzos y que solo un mecanismo frío pero necesario les alivia.

Hay quien no mueve las piernas y se desplaza con ruedas por la vida en una silla que agranda su horizonte, hay quien precisa el bombeo de su sangre conectado para limpiar impurezas muchos días de su vida y se hacen más conscientes de que la vida es un rio que hay que cuidar en silencio y no pierden la sonrisa.  Hay personas que nos  hablan a través de un aparato que acercan a la garganta  y que amplifica sus voces apagadas como un eco ¿Y los ciegos que caminan entre trampas que le ponen a su paso los avances y el progreso de la ciudad de los ciegos que no piensan, se desplazan con la ayuda de un bastón? los hay que tienen la suerte de tener un fiel amigo y aunque le falte la luz, los colores, las imágenes,  tienen un perro a su lado que les guía, les protege y les lame,  fiel amigo inseparable entregado totalmente, sin otra preocupación que ser guía y compañero en un viaje entre sombras para el dueño que no cambia por un tesoro a su perro.  ¿Los sordos? también los sordos que solo oyen las voces que imagina su cerebro, algunos con artilugios pueden oírnos, hay  otros que ni con eso y precisan de los gestos. Hay quien solo por el tacto se comunica, es una vida en silencio, en oscuridad, en sombras y solo ven, solo escuchan  lo que imaginan o piensan, lo que interpreta el cerebro, solo el tacto con los otros llena su mundo.

Mi padre dejó este mundo muy joven. Yo muy pequeño con once años lo pierdo, se fue joven y luchando por respirar. También vivió conectado muchos años a una botella industrial que tenía como filtro un depósito con agua. Aún escucho el burbujeo, aun recuerdo aquella angustia cuando tosía en la cama y nos pedía el aliento, el aire de una botella. Fue su tributo pesado por ganar nuestro alimento, por levantar una casa. El siempre vivió muriendo bajo tierra, como un topo, mojado, con el ruido de martillos, de piquetas, de barrenos.


Hoy con la tecnología hay millones  de personas conectadas y en silencio, enganchadas a una nube y viviendo un  sueño eterno en un mundo virtual. Su compañero no es perro que les lame y mueve el rabo y les contemple en silencio con los ojos bien abiertos, su compañero es más frío, tan solo un pequeño objeto que les aparta del mundo y les encierra por dentro conectados con los sueños, sin sentir ni por el tacto a los que tienen tan cerca y que son sombras lejanas en ese mundo pequeño que les queda de su vida. Es un amigo ambicioso que se apodera de ellos y no quieren que les falte en la vida ni un momento sin saber que con el tiempo se ha convertido en su dueño. Hoy vivimos enganchados a un celular que nos cierra los ojos y la razón, los amigos y las puertas y nos convierte en esclavos.

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